El grado de sensibilización al que ha llegado la Humanidad con relación a la necesidad de proteger nuestro entorno no es más que el resultado del proceso evolutivo del pensamiento humano. Aunque la aparición de los primeros grupos ecologistas se manifiesta en Estados Unidos a principios de los setenta, en realidad ya existía un pensamiento preecológico desde la antigüedad.
Los seres humanos nos hemos planteado toda clase de cuestionamientos éticos sobre el ambiente que nos rodea desde hace mucho tiempo, a través de poesías, libros, documentales e incluso la política. Dicho esto, se equivocan quienes catalogan al ambientalismo y los ambientalistas como una “moda” de nuestro tiempo. Aquellos que piensan de esta manera se resisten al cambio ético; son los mismos que propician un estado de involución ambiental, materializado por la reducción de nuestros derechos y el desmejoramiento de las leyes e instituciones que protegen al hombre y su entorno. Se resisten a entender que, gracias a la tecnología y a los medios de comunicación, la información y el conocimiento ya están al alcance de todos y no de una minoría. Dejemos, pues, que la globalización haga su trabajo, dejemos que se encargue de difundir el pensamiento ambiental moderno, para que una sociedad civil informada, reflexiva y organizada pueda revertir los efectos de este estado de involución ambiental en el que actualmente nos encontramos.
1. ¿Qué es la ecología? La ecología se refiere a los componentes orgánicos e inorgánicos de la Naturaleza y su relación con la vida humana (Sousa Lennox, 1996). Comenzaré por exponer el significado, los antecedentes y el desarrollo que ha tenido el pensamiento ecológico.
2. El pensamiento ecológico. Joaquín Araújo ha militado por más de veintisiete años en el movimiento ecologista español. Quién mejor que él para introducirnos al pensamiento ecológico. En XXI: Siglo de la Ecología (1996), Araújo sostiene que el ecológico es un pensamiento joven y fresco, no violento. Su propuesta es detener tantas “ansias de dominación” a través de una comunicación efectiva, de un diálogo franco entre los seres humanos y la Naturaleza. El pensamiento ecológico también es integrador e incluyente; como bien reconoce Araújo, aspira a interconectar diversas tendencias, ideologías y corrientes políticas. Dicho esto, se podría afirmar que el pensamiento ecológico es una invitación a reflexionar seriamente sobre cómo oponernos al consumismo mientras abrazamos la multiplicidad, a extender ese “puente” que reconcilie a los seres humanos con la Naturaleza.
La obra de Araújo nos lleva a conocer, a través de la historia, los principales antecedentes y precursores del pensamiento ecológico que conocemos hoy en día. “La codicia nos hace cosa entre las cosas”, señala el antiguo Libro del Tao en uno de los primeros llamados “anticonsumistas” en la historia del pensamiento humano. Vivir conforme a los principios de la Naturaleza y estar en unidad íntima con el cosmos son algunos de los postulados del taoísmo que, sin lugar a dudas, revisten enorme importancia como antecedentes del pensamiento ecológico actual. Junto al taoísmo, el budismo comparte un sitial importante en este proceso, toda vez que sus postulados éticos se basan en el respeto a todas las formas de vida, en no causar ni muerte ni sufrimiento a todo lo viviente.
La conciencia ambiental también se hizo presente en el pensamiento griego; en el Critias Platón hace referencia a la pérdida de las lluvias porque la tierra desnuda no puede retenerlas. “Nada es suficiente para los que suficiente es poco”, sentencia Epicuro, en clara alusión a los consumistas de la época. El pensamiento romano tampoco se quedó atrás. Tácito fue uno de los primeros en criticar los efectos antiambientales de las guerras: “Hacen un desierto y le llaman paz”. Plinio el Viejo, fiel devoto de la Naturaleza cuando afirma que “no se debe faltar a la madre universal de todo lo creado”.
En la Edad Media, Moisés Maimónides (Guía de los perplejos) asesta un duro golpe al “antropocentrismo”, teoría según la cual el ser humano es el centro de todas las cosas, el fin absoluto de la Naturaleza, cuando afirma que “no hay que creer que todos los seres existen para el hombre”.
Lo cierto es que San Francisco de Asís es el primero que tiende ese “puente” de comunicación entre los seres humanos y la Naturaleza en el contexto del pensamiento cristiano de la Edad Media. Un hermoso pasaje de la obra El Hermano de Asís. Vida profunda de San Francisco (Larrañaga, 2000) confirma lo anterior:
“-Sigue escribiendo, hermano León- dijo Francisco-: Fue también el corazón humano el que metió la enemistad en las entrañas de la creación. Es el pecado. El hombre utiliza su superioridad intelectual para torturar a los animales indefensos. El hombre quiere domesticar a todos, esto es, dominarlos y someterlos a su servicio, y no raras veces a su capricho. Los que se dedican a cazar no son los pobres que tienen hambre, sino los ricos a quienes nada les falta. Matan por diversión.
El hombre no respeta nada porque se siente superior a todo. Es la ley de la selva. Tala bosques sin consideración, corta flores sin sensibilidad, enjaula pájaros, mata aves, quema rastrojos y construye esas cárceles que llaman zoológicos para la diversión de las gentes.
La creación se siente avasallada por la prepotencia orgullosa del hombre, y por eso ella reacciona con hostilidad. Y así el agua inunda y ahoga, el fuego incendia y quema, el lobo tritura y devora, el león despedaza, la serpiente pica y mata, las tempestades asuelan, el granizo destruye las cosechas, las fuerzas aéreas se confabulan para transformarse en rayos de muerte, las fuerzas telúricas se tornan en terremotos devastadores, las enfermedades atacan, y sobre un negro corcel avanza victoriosamente la muerte como venganza inapelable contra la prepotencia del hombre. Es la respuesta de la creación.
Parecía que el Hermano iba a ceder a las lágrimas. Pero se recuperó y continuó:
-Sigue escribiendo, hermano León: Toda mi vida no hice sino amar, y el primer mandamiento del amor es dejar vivir a los vivientes. Oh hermano León, si respetáramos, si reverenciáramos todo lo que vive, más aún, todo lo que es, la creación sería un hogar feliz. Y te añadiré una precisión, hermano León: respetar particularmente lo débil e insignificante. Lo grande se hace respetar por sí mismo. ¿Qué gracia tiene respetar a un león o un rinoceronte? Su superioridad intelectual la debería utilizar el hombre para cuidar, proteger y ayudar a vivir a los vivientes. De mi parte he procurado ser el hermano más pequeño entre los vivientes, en especial entre los más frágiles. Hermano León, cómo me hubiera gustado poner en la Regla esta cláusula: Yo, el Hermano Francisco, siervo inútil, pido de rodillas a todos los hermanos del mundo que no sólo respeten sino también veneren todo lo que vive, todo lo que es”.
La Naturaleza también se hizo presente en el pensamiento de Giordano Bruno y de Michel de Montaigne. “Que la Naturaleza sea ley para la razón, no la razón ley para la Naturaleza”, sentencia el primero, mientras el segundo aclara que todos somos el Todo y que erramos al creernos superiores a la Naturaleza. En su obra Araújo destaca el pensamiento preecológico del conde de Buffón, Jeremy Bentham y Jean-Jacques Rousseau, considerado este último precursor en materia de protección de la Naturaleza y crítico visionario de la sociedad de consumo (Salvat, 1973). También deja sentir su admiración por cinco alemanes, a los que califica de “insuperables”: el escritor Johann Wolfgang Goethe, el dramaturgo, poeta e historiador Friedrich von Schiller, los filósofos Friedrich Wilhelm Joseph Schelling y Karl Christian Friedrich Krause, y el naturalista y geógrafo Alexander von Humboldt. “Goethe, Schiller, Humboldt, Schelling y Krause reflexionan, sienten e intuyen con la Naturaleza como tema central o muy destacado en sus pesquisas, consideraciones, creaciones y expresiones”, comenta Araújo.
Notable fue el aporte del abogado Henry David Thoreau al pensamiento ecológico. Este ensayista de origen estadounidense fue uno de los principales autores del movimiento conservacionista que surgió a finales del Siglo XIX y principios del XX, además de ser el primero en hablar de “ser uno con la Naturaleza” (Pérez de las Heras, 1998). Walden (1884), obra literaria de su autoría, es una invitación a sentir amor por el ambiente que nos rodea.
La influencia de Thoreau se hizo presente en el pensamiento del abogado Mohandas Karamchand Gandhi, a través de lecturas como La desobediencia civil (1866). Este pensador y político de origen indio fue ecologista, feminista y un gran pacifista. Gandhi, un devoto ecologista respetuoso de lo viviente. Estricto vegetariano; su comida habitual se reducía a vegetales y leche de cabra. Para él la alimentación vegetariana, más que un tema gastronómico, era un tema religioso, médico y ético (Alponte, 2003). Gandhi, entre otras cosas, desautorizó las prácticas religiosas que implicaban el sacrificio de animales, fue un reforestador, un luchador por la salubridad ambiental tanto en Sudáfrica como en India.
En su obra Almanaque de un condado de arena y bosquejos aquí y allá (1949), Aldo Leopold nos advierte que sólo viviremos en armonía con la Naturaleza cuando aprendamos a oír el aullido del lobo con la sabiduría de una montaña. Al igual que él, Rachel Carson, Edgar Morin, James Lovelock, Carl Sagan, Edward O. Wilson, Barbara Ward, Bertrand Russell, Albert Schweitzer, E. F. Schumacher y Herbert Marcuse son algunos de los personajes más recordados cuando se hace alusión al pensamiento ecológico del Siglo XX.
En el caso de nuestro país, Doña Amelia Denis de Icaza es y debe ser recordada como la precursora del pensamiento ecológico panameño. Su poema Al Cerro Ancón (1906) es una invitación a sentir amor por la Naturaleza que nos fue arrebatada por Estados Unidos, apreciada claramente a través de las siguientes estrofas:
(…)
Cual centinela solitario y triste
un árbol en tu cima conocí:
allí grabé mi nombre, ¿qué lo hiciste?
¿por qué no eres el mismo para mí?
(…)
¿Qué se hizo tu Chorrillo? ¿su corriente
al pisarla un extraño se secó?
su cristalina, bienhechora fuente,
en el abismo del no ser se hundió.
¿Qué has hecho de tus árboles y flores,
mudo atalaya del tranquilo mar?
(…)
Tus pájaros me dieron sus canciones,
Con sus notas dulcísimas canté,
Y mis sueños de amor, mis ilusiones,
A tu brisa y tus árboles confié.
(…)
Cual centinela solitario y triste
un árbol en tu cima conocí:
allí grabé mi nombre, ¿qué lo hiciste?
¿por qué no eres el mismo para mí?
(…)
¿Qué se hizo tu Chorrillo? ¿su corriente
al pisarla un extraño se secó?
su cristalina, bienhechora fuente,
en el abismo del no ser se hundió.
¿Qué has hecho de tus árboles y flores,
mudo atalaya del tranquilo mar?
(…)
Tus pájaros me dieron sus canciones,
Con sus notas dulcísimas canté,
Y mis sueños de amor, mis ilusiones,
A tu brisa y tus árboles confié.
(…)
Gracias al poema de Amelia Denis de Icaza, el cerro Ancón se convirtió en protagonista de la histórica lucha por la soberanía y autodeterminación nacional. Este accidente geográfico fue humanizado por la insigne poetisa, al describirlo como el ser amado que secuestró un “extraño”, en clara alusión a los estadounidenses.
El Príncipe Feliz y otros cuentos (1888) de Oscar Wilde es otra obra en la cual el autor no sólo humaniza a la Naturaleza, sino que la lleva al punto de amar y sacrificarse por los demás. Tanto en El Ruiseñor y la Rosa como en El Príncipe Feliz se evidencia claramente el sacrificio final de Jesucristo, principal héroe del célebre cuentista irlandés Oscar Wilde:
El Ruiseñor y la Rosa:
(…)
Y el rosal gritó al ruiseñor que se apretase más contra las espinas.
-Apriétate más, ruiseñorcito -le decía-, o llegará el día antes de que la rosa esté terminada.
Entonces el ruiseñor se apretó aún más contra las espinas, y las espinas tocaron su corazón y él sintió en su interior un cruel tormento de dolor.
Cuanto más acerbo era su dolor, más impetuoso salía su canto, porque cantaba el amor sublimado por la muerte; el amor que no termina en la tumba.
(…)
El Príncipe Feliz:
(…)
La pobre Golondrinita tenía frío, cada vez más frío, pero no quería abandonar al Príncipe: le amaba demasiado para hacerlo.
Picoteaba las migas a la puerta del panadero cuando éste no la veía e intentaba calentarse batiendo las alas.
Pero, al fin, sintió que iba a morir. No tuvo fuerzas más que para volar una vez sobre el hombro del Príncipe.
-¡Adiós, amado Príncipe! -murmuró-. Permitid que os bese la mano.
-Me da mucha alegría que partas por fin para Egipto, Golondrina -dijo el Príncipe-. Has permanecido aquí demasiado tiempo. Pero tienes que besarme en los labios, porque te amo.
-No es a Egipto a donde voy a vivir -dijo la Golondrina-. Voy a ir a la morada de la Muerte. La Muerte es hermana del Sueño, ¿verdad?
Y besando al Príncipe Feliz en los labios, cayó muerta a sus pies.
(…)
(…)
Y el rosal gritó al ruiseñor que se apretase más contra las espinas.
-Apriétate más, ruiseñorcito -le decía-, o llegará el día antes de que la rosa esté terminada.
Entonces el ruiseñor se apretó aún más contra las espinas, y las espinas tocaron su corazón y él sintió en su interior un cruel tormento de dolor.
Cuanto más acerbo era su dolor, más impetuoso salía su canto, porque cantaba el amor sublimado por la muerte; el amor que no termina en la tumba.
(…)
El Príncipe Feliz:
(…)
La pobre Golondrinita tenía frío, cada vez más frío, pero no quería abandonar al Príncipe: le amaba demasiado para hacerlo.
Picoteaba las migas a la puerta del panadero cuando éste no la veía e intentaba calentarse batiendo las alas.
Pero, al fin, sintió que iba a morir. No tuvo fuerzas más que para volar una vez sobre el hombro del Príncipe.
-¡Adiós, amado Príncipe! -murmuró-. Permitid que os bese la mano.
-Me da mucha alegría que partas por fin para Egipto, Golondrina -dijo el Príncipe-. Has permanecido aquí demasiado tiempo. Pero tienes que besarme en los labios, porque te amo.
-No es a Egipto a donde voy a vivir -dijo la Golondrina-. Voy a ir a la morada de la Muerte. La Muerte es hermana del Sueño, ¿verdad?
Y besando al Príncipe Feliz en los labios, cayó muerta a sus pies.
(…)
3. Conservacionismo, ecologismo y ambientalismo. Hasta este punto resulta muy útil, por consideraciones conceptuales y cronológicas, hacer una distinción entre el conservacionismo, el ecologismo y el ambientalismo. Mónica Pérez de las Heras escribe sobre la aparición y objetivos de los dos primeros:
“Aparecen entonces los conservacionistas, quienes estiman precisa la “conservación” de los hábitats donde se desarrolla la flora y la fauna, frente a la mera protección de especies. Su lucha se inicia en los despachos, ejerciendo presión sobre los grupos políticos y realizando los estudios científicos pertinentes a fin de exigir después los cambios necesarios en las políticas ambientales. Pero para algunos esto no es suficiente. El trabajo de lobby es lento, y ellos tienen la necesidad de demostrar al mundo lo que esta ocurriendo. Aparecen los grupos ecologistas, dispuestos a enfrentarse a los políticos, empresarios o gobiernos, reclamando como cómplices a los medios de comunicación y como testigos a los espectadores de todo el mundo”.
3.1. Conservacionismo. Como ya he expresado con anterioridad, el movimiento conservacionista apareció en Estados Unidos a finales del Siglo XIX y principios del XX. En 1886 se fundó la primera asociación conservacionista a nivel mundial: Audubon Society. En Europa también aparecen las primeras asociaciones conservacionistas; en 1889 un grupo de mujeres inglesas se organiza para oponerse a la matanza de aves para la utilización de sus plumas en sombreros y deciden crear la Real Sociedad para la Preservación de las Aves. En 1882 se fundó otra importantísima organización conservacionista estadounidense: Sierra Club.
La Liga Suiza para la Protección de la Naturaleza se estableció en 1909. En 1922 se creó el Consejo Internacional para la Protección de las Aves (más tarde se llamaría BirdLife International), la primera organización de carácter mundial para la defensa de la Naturaleza, las aves en particular. En 1948, con el apoyo de Francia, la Liga Suiza para la Protección de la Naturaleza y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), se creó la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), actual Unión Mundial para la Naturaleza. En 1961 la UICN propuso la constitución de una organización que se dedicara de manera exclusiva a la recaudación de fondos para llevar a cabo sus proyectos ambientales. Así nace el Fondo Mundial para la Vida Salvaje (WWF) en 1961, actual Fondo Mundial para la Naturaleza.
3.2. Ecologismo. En 1968 el líder estudiantil Cliff Humphrey fundó el primer grupo de acción ecológica en la Universidad de Berkeley (Ecology Action), California, con la lucha por los derechos cívicos de las minorías y el rechazo a la guerra de Vietnam como telón de fondo. Ese mismo año fue asesinado el Dr. Martin Luther King, figura emblemática del movimiento a favor de los derechos civiles de la comunidad negra en Estados Unidos y firme opositor a la guerra de Vietnam. Luther King era un firme creyente de la no violencia, de la “ahimsa de Gandhi, y así lo puso de manifiesto en su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz en 1964.
Les decía que en 1968 nació el ecologismo, definido por Araújo como un movimiento social, activista y beligerante, presente en casi todas las facetas de la vida pública, que mana de la toma de conciencia de algunas evidencias que nunca hubiéramos llegado a visualizar sin las aportaciones de la información científica proporcionada por la ecología. Según este autor, el ecologismo tiene muchos detractores porque es un movimiento que se enfrenta a las premisas sagradas del sistema, en contraste con el ambientalismo- al que describe como el “hermano menor” del ecologismo-, que ha tenida mayor éxito porque contempla la solución a la degradación de la Naturaleza y de sus secuelas dentro del sistema.
En 1968 la UNESCO organizó la Conferencia de la Biosfera en París, Francia. En ella se habló por vez primera de que la “utilización y conservación de los recursos deben ir unidos” y se estableció la figura de la “reserva de la biosfera”, que se otorga a aquellos espacios protegidos en los cuales se llevan a cabo estrategias de desarrollo sostenible.
La salida de algunos elementos de Sierra Club a raíz del tema de la energía nuclear da lugar al surgimiento de dos nuevas organizaciones: Friends of Earth y Greenpeace. Esta última es la organización ecologista más reconocida a nivel mundial, porque su radio de acción no conoce de fronteras, es transnacional. A más de treinta años de su creación, Greenpeace Internacional cuenta con 2.5 millones de miembros y oficinas en unos 39 países, manejando un presupuesto anual a nivel mundial que sobrepasa los 100 millones de dólares (Bond, 2001).
3.3. Ambientalismo. El ambientalismo es definido como “la posición intelectual o actitud de las personas (como individuos o grupos sociales) respecto a las formas de interactuar con la Naturaleza, teniendo como fin asegurar la continuidad de la vida humana, en las mejores condiciones posibles, garantizando un verdadero desarrollo social y sin dañar o poner en riesgo las demás formas de vida existentes” (GEO Juvenil para América Latina y el Caribe, 2001). “Se entiende que el ambientalismo es una postura que postula que es necesario hacer modificaciones significativas en las políticas ambientales de todos los Estados del mundo. Difiere de la Ecología Política, pues en ésta se propone un cambio radical en el sistema de Estado y se niega la necesidad de más desarrollo en el sentido convencional o capitalista, mientras que el ambientalismo sólo propone un cambio en la política ambiental”, señala la Enciclopedia Libre Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Ambientalismo).
Por iniciativa del Club de Roma se encomendó en 1970 al prestigioso Grupo sobre Dinámica de Sistemas del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), encabezado por el profesor Dennis L. Meadows, la elaboración de un modelo de las fuerzas complejas e interdependientes que afectan a los seres humanos y al medio ambiente, incorporando cinco variables (población, producción industrial, producción agrícola, contaminación y consumo) y sometiendo dichos datos a una computadora. Las conclusiones del informe, titulado Los límites del crecimiento generaron polémica en todo el mundo, por plantear la necesidad de renunciar a la idea de que el proceso de crecimiento económico podía continuar ilimitada e indefinidamente (Salvat, 1973).
El economista sueco Gunnar Myrdal criticó en duros términos el informe del MIT en un discurso pronunciado en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano de 1972:
"El modelo del Club de Roma considera acertadamente el índice de natalidad como un factor a tener en cuenta, un factor decididamente muy importante. Pero no cabe duda que este factor no es función solamente de los demás factores que el modelo contempla y de las interrelaciones entre todos ellos. Como sabemos quienes hemos estudiado el crecimiento demográfico en las distintas partes del mundo, la acción de esos otros factores no figura siquiera entre las causas más importantes que determinan el índice de natalidad. Y la importancia de los mismos no radica en las simples interrelaciones que el modelo establece. En realidad, esas interrelaciones son ficticias. En tales condiciones, el empleo de ecuaciones matemáticas y de una enorme computadora, que registra las alternativas de unas políticas abstractamente concebidas por un “modelo mundial de simulación”, puede quizás impresionar al público ingenuo, pero su validez de que “este tipo de modelo constituye de hecho una nueva herramienta para la humanidad” no responde por desgracia a la realidad. A decir verdad, es un resultado más de ese tipo de seudo ciencia que desde hace mucho tiempo viene haciendo tanto ruido, particularmente en la esfera de la economía, cuando se pretende tratar los problemas simplemente en términos ecológicos”.
A pesar de las críticas, el informe Los límites del crecimiento tiene el mérito de haber iniciado el debate mundial sobre las consecuencias de la degradación ambiental causada por la actividad humana y su publicación influyó considerablemente en la aparición de numerosos grupos ecologistas y ambientalistas.
En 1971 una comisión de expertos reunidos en Founex, Suiza, redactó el documento que sirvió de base para los debates que se realizaron en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano de 1972, también conocida como la Conferencia de Estocolmo de 1972.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano, que tuvo lugar en Estocolmo, Suecia, del 5 al 16 de junio de 1972, respondió a la necesidad que sintieron científicos y políticos de organizar un foro mundial sobre medio ambiente. A pesar de las divergencias entre el Norte y el Sur se concretaron una serie de acuerdos y recomendaciones de gran trascendencia, tales como la autorización para la constitución del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), estableciendo su secretaría en Nairobi, Kenia, y dotándolo de los fondos necesarios para su debido funcionamiento; la proclamación del 5 de junio como Día Mundial del Medio Ambiente; la condena de las pruebas nucleares, absteniéndose Francia y la República Popular China en la votación; el llamamiento a los gobiernos en vistas de un acuerdo internacional para detener la caza de cetáceos durante un período de 10 años; el reconocimiento de la necesidad de un mejor sistema de intercambio de información y de los resultados de la investigación científica y técnica en cuestiones de contaminación; y la propuesta de extensión de la firma de la convención para la lucha contra la contaminación del mar por los hidrocarburos de 1972.
La Conferencia de Estocolmo de 1972 impulsó el nacimiento y posterior desarrollo del Derecho Ambiental en países que hasta ese momento le habían restado importancia a la protección del medio ambiente, a través del reconocimiento del derecho a un ambiente sano en la mayoría de sus textos constitucionales.
El 5 de marzo de 1980 se presentó oficialmente la Estrategia Mundial para la Conservación, documento que surge por solicitud del PNUMA y que contó con el apoyo financiero de éste y del WWF. El documento estaba dirigido a políticos, empresarios y conservacionistas. Sus objetivos eran mantener los procesos ecológicos esenciales, la preservación de la diversidad genética y la utilización sostenible de especies y ecosistemas (Pérez de las Heras, 1998).
La necesidad de que el ser humano se considere parte del medio natural en el que habita y desarrolla sus actividades fue planteada en el documento Carta Mundial de la Naturaleza, aprobado por la Asamblea General de la ONU en 1982. Dos años después se publicaron las primeras ediciones de State of the World y World Resources, dos importantes documentos en materia ambiental.
En 1983 la ONU estableció la Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo. En 1987 dicha Comisión presentó a la ONU el informe titulado Nuestro Futuro Común- también conocido como Informe Brundtland, en atención al hecho de que la presidencia de la Comisión fue asumida por la primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland. Lo más destacable de este documento es que en el mismo se plantea la necesidad de llevar a cabo importantes cambios en los países a nivel político, jurídico e institucional, como fórmula indispensable para erradicar la pobreza y solucionar los problemas relacionados con la degradación ambiental. Nuestro Futuro Común define el desarrollo sostenible como “la posibilidad de satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras”.
Siguiendo con el desarrollo sostenible, éste es entendido como el propósito de mejorar la calidad de vida humana sin rebasar la capacidad de carga de los ecosistemas que lo sustentan en el documento Cuidar la Tierra. Una estrategia para el futuro de la vida (PNUMA, UICN y WWF) de 1991. En este documento se abordan diversos temas, entre los cuales se pueden mencionar el respeto por la vida y el mejoramiento de la calidad de la misma; la conservación de la vitalidad y de la diversidad de la tierra protegiendo los ecosistemas, asegurando el uso sostenido de los recursos naturales y de la biodiversidad; y la participación de las comunidades en el cuidado de su medio ambiente.
Del 3 al 14 de junio de 1992 se celebra la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD) en Río de Janeiro, Brasil, bajo el lema “La Tierra en nuestras manos”. Luego de veinte años de informes y debates ambientales, la comunidad internacional reconoció como elementos necesariamente complementarios los conceptos medio ambiente y desarrollo (Mariños, 1992). “Se admite, pues, que mal pueden resolverse los problemas ambientales si no se logran, además, condiciones de vida dignas para todos los habitantes de la Tierra, y en el mismo sentido, pero volviendo el razonamiento del revés, que mal pueden progresar los pueblos no desarrollados si pretenden hacerlo sin tener en cuenta el medio ambiente, pues eso pondría en cuestión el futuro de toda la Humanidad”, precisa Miguel Delibes Castro. Los principales acuerdos alcanzados en el marco de la CNUMAD fueron la Declaración de Río, el Convenio sobre el Cambio Climático, el Convenio sobre la Biodiversidad, la Agenda 21 y la Declaración de Principios sobre los Bosques. En 1997 se llevó a cabo la Cumbre de Río+5, cuyo objetivo principal era analizar la ejecución de la Agenda 21, definida por Maurice Strong como “el programa internacional más amplio y trascendental que jamás haya sido desarrollado y aprobado, frase a frase, por los gobiernos”.
En 2002 se celebró la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, iniciativa organizada por la ONU. Los principales temas abordados en Johannesburgo, Sudáfrica, fueron la erradicación de la pobreza y el mejoramiento del nivel de vida, producción y consumo sostenibles, agua, asentamientos humanos, energía y seguridad alimentaria, entre otros. Cabe destacar que del 18 al 20 de agosto de 2002, miembros de magistraturas de todo el mundo se reunieron en el Simposio Mundial de Jueces sobre el Desarrollo Sostenible y la Función del Derecho celebrado en Johannesburgo, bajo la acogida del Magistrado Jefe de Sudáfrica, Sr. Arthur Chaskalson, y el patrocinio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Lamentablemente, a la cita no asistió ningún Magistrado o Magistrada de la Corte Suprema de Justicia de la República de Panamá.
Cabe destacar que al final del simposio, los jueces adoptaron los Principios de Johannesburgo, que deberían orientar el poder judicial en la promoción de los objetivos del desarrollo sostenible mediante la aplicación del imperio de la ley y del proceso democrático:
1. Un compromiso pleno de contribuir a la realización de los objetivos del desarrollo sostenible por conducto del mandato judicial de ejecutar, desarrollar y aplicar coercitivamente el derecho y de respetar el imperio de la ley y el proceso democrático,
2. La realización de los objetivos de la Declaración del Milenio de la Asamblea General de las Naciones Unidas que está supeditada a la ejecución de los regímenes jurídicos nacionales e internacionales establecidos para lograr los objetivos del desarrollo sostenible,
3. La elaboración de un programa de trabajo sostenido en la esfera del derecho ambiental concentrado en la educación, la capacitación y la difusión de información, incluidos coloquios jurídicos a nivel regional y subregional,
4. La colaboración entre miembros de judicaturas y otras personas que participan en el proceso judicial dentro de todas las regiones y entre ellas como elemento esencial para lograr una mejora significativa en la ejecución, la aplicación, el desarrollo y la aplicación coercitiva del derecho ambiental.
Bibliografía de consulta:
Araújo, Joaquín. XXI: Siglo de la Ecología. Para una cultura de la hospitalidad. Editorial Espasa Calpe, S.A. Madrid. 1996. 274 p.
Biblioteca Salvat de Grandes Temas. La Contaminación. Salvat Editores, S.A. Barcelona. 1975. 144 p.
Centurión, José Luis. Diccionario de Ecología. Acento Editorial. Madrid. 1997. 103 p.
Colección Grandes Clásicos. Oscar Wilde. Sus mejores cuentos. Ediciones Publimedia, C.A. Santiago de Chile. 1983. 124 p.
Delibes Castro, Miguel. Cumbre de la Tierra en Río. En Política Científica. No. 33. Martín Álvarez Hermanos. Madrid. Septiembre de 1992. 72 p.
Larrañaga, Ignacio. El Hermano de Asís. Vida Profunda de San Francisco. Paulinas Grupo Editorial Latinoamericano. Lima. 2000. 413 p.
Pérez de las Heras, Mónica. La Conservación de la Naturaleza. Acento Editorial. Madrid. 1998. 93 p.
PNUMA. Geo juvenil para América Latina y el Caribe. Abre tus ojos al medio ambiente. Oxford University Press. México, D.F. 2001. 109 p.